SESIÓN 2. EL DESARROLLO
DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
1 1. Debéis entrar en el siguiente enlace
para investigar sobre la muerte de Luis XVI y algunos de sus mitos: (http://joseluistrujillorodriguez.blogspot.com.es/2012/10/la-ejecucion-de-luis-xvi-1793-documentos.html).
2. Debéis realizar
una redacción/resumen de unas diez líneas. Cuidad la presentación, faltas de
ortografía, concordancia…
Os dejo el texto
al final del post, por si no podéis entrar en el enlace.
2
3 3. Realiza un eje
cronológico con las distintas etapas de la Revolución Francesa (monarquía
constitucional, república social, convención…).
Texto:
HABLA EL VERDUGO DE LUIS XVI, HENRI SANSÓN: "ASÍ
GUILLOTINÉ A LUIS XVI"
Henri Sanson era hijo, nieto y
bisnieto de verdugos. Mató a 2.918 personas, entre ellas a María Antonieta,
Robespierre y Luis XVI. Pero la ejecución de este último (1793) le conmovió
tanto que escribió unas cartas para contar su ejemplar comportamiento sobre el
patíbulo.
El verdugo de Luis XVI se indignó al leer que los periódicos
jacobinos atribuían al rey haberse comportado como un cobarde en el cadalso. No
era verdad que fuera conducido por la fuerza a la guillotina con una pistola en
la nuca, ni que el Borbón hubiera gritado de miedo como una gallina cuando
ajustaron su cuello en el hueco de la decapitación. Era mentira que la
ejecución hubiera degenerado en una escabechina por la impericia del ejecutor.
"El rey afrontó toda aquella situación con una compostura y un temple
que nos dejó atónitos a cuantos allí nos encontrábamos. Sigo convencido de que
aquella firmeza suya la había extraído de los principios de la religión".Habla Charles Henri
Sanson, otorgándose a título expiatorio un lugar pasivo en el ceremonial
regicida. Se encontraba allí como tantos otros franceses, pero nadie si no él
tenía la responsabilidad de manejar la guillotina sobre la cabeza de Luis XVI
aquella mañana opaca de 1793.
"Su Majestad subió al patíbulo", continúa la carta, "y quiso abalanzarse
sobre la parte frontal como si pretendiera pronunciar un discurso. Se le dijo
que aquello no era posible. Entonces se dejó conducir hasta el lugar donde fue
atado, desde donde exclamó con voz muy alta: ‘Pueblo de Francia, muero
inocente’. Después, volviéndose hacia nosotros, dijo: ‘Caballeros, soy inocente
de todo cuanto se me ha acusado. Desearía que mi sangre sirviera para
consolidar sobre ella la felicidad de todos los franceses".
La letra de Charles Henri Sanson es pareja, ordenada,
pulcra. Ocupa unos folios espesos y amarillentos, aunque la tinta se ha apagado
con el transcurso de los años, exactamente igual que sucede al sello rojo del
lacre. Llama la atención la obsesión informativa del verdugo... Parece haber
escrito un informe policial.
"Cuando descendió de su carroza para la ejecución, le dije que tenía
que despojarse de su hábito", narra Sanson en el manuscrito. "Me dio a
entender que no quería hacerlo, pero finalmente accedió. También se resistió a
que le atáramos las manos. Y preguntó si era necesario que los tambores
redoblaran todo el tiempo. Se le dijo que no sabíamos".
El rey tuvo que someterse a la vergüenza que
suponía dejarse cortar el cabello por el ayudante del verdugo. Había 100.000
personas contemplando la escena, casi siempre en silencio, aunque "de vez en cuando
prorrumpían desde el gallinero las consignas justicieras: "¡Muerte a Luis
XVI!".
Charles Henri Sanson estaba seguro de que finalmente se
iba a producir la liberación del monarca. Imaginaba que sus leales lograrían
llevárselo del patíbulo. Quizá porque el rescate le hubiera permitido al
verdugo abstenerse de actuar contra su voluntad. Nunca como entonces maldijo su
profesión. Nunca como aquella mañana regresó tan abatido ni avergonzado a su
casa. Era hijo de verdugo, nieto de verdugo, bisnieto de verdugo. Todo
porque el primer Sanson llamado a manejar el hacha y los útiles de tortura hubo
de satisfacer el chantaje de su suegro a cuenta de un pecado de amor. Sucedió
en 1688, cuando Charles Sanson I fue sorprendido en actitudes pecaminosas con
mademoiselle Margarita. El desliz precipitó la solución tradicional del
matrimonio, pero el padre de la futura esposa, conocido con el apelativo de
"maestro Jouënne", exigió la condición de que el marido
"heredaría" la antiquísima profesión de verdugo en la ciudad de
París.
Se trataba de un trabajo bien remunerado y
extraordinariamente impopular. No sólo porque el bourreau -el denigrante
término en francés que además de verdugo significa burro de carga-, vivía del
dolor y del pavor ajeno. También porque buena parte de sus recursos provenía de
una cuota impositiva "en género" que debían pagar los
comerciantes, los fruteros, los campesinos y demás del Tercer Estado.
Charles Sanson, orgulloso de su pasado militar, aprendió
el oficio con habilidad en compañía del suegro. Era bastante diestro en la
técnica de la decapitación con la espada, pero también había adquirido una
singular eficacia en la tarea de administrar las torturas y los suplicios...
Semejantes medidas disciplinarias solían aplicarse en
presencia del público, aunque los ceremoniales más concurridos era la
aplicación exhibicionista de la pena capital en las plazas mayores. Era
entonces cuando Charles Sanson adquiría plena consciencia de que el oficio de
verdugo equivalía a la mayor degradación humana expresamente consentida por la
ley... Exigió que las autoridades sustituyeran el término de bourreau por
el de ejecutor... "Si los verdugos somos una vergüenza, no deberíamos
existir. Y si somos necesarios, que se nos trate con el respeto de tales. Por
favor".
"En un instante el rey fue ajustado bajo la plancha fatal. Y en
el momento en que la cuchilla iba a caer sobre su cabeza, tuvo tiempo de
escuchar la voz del sacerdote que le había asistido en el cadalso. Le decía:
‘Hijo de San Luis, mirad al cielo’".
La posición del cuerpo se lo impedía, pero el ejecutor
hizo cuanto pudo para garantizar que Luis XVI pudiera instalarse a título
póstumo en la bóveda celeste. También ocupándose anualmente de pagar una
costosa misa para el sufragio del alma del Borbón decapitado.
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